La familia Larrea

Esteban Pérez Medina
4 min readSep 14, 2015

La siguiente es una historia ficticia sobre una familia ficticia creada con el propósito de entretener. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Don Emérito Larrea era un hombre de muchos vicios y errores. Financieramente irresponsable, ineficiente y un poco payaso. Su mujer, Patria y sus tres hijos, Hólguer, Comercio y el niño, Kevin, tenían que soportar la irresponsabilidad del jefe del hogar. Sin embargo, luego de un momento de crisis, Emérito había optado por tomar dos medidas elementales: respetar a cada miembro de la familia sus ahorros y él mismo mantener un fondo de ahorro para eventualidades. A partir de ello y pese a los desperfectos, la familia poco a poco empezó a prosperar.

Un triste día Emérito murió mientras buscaba un tesoro escondido en el suelo del hogar. Luego de mucho diálogo, la familia eligió a Hólguer como nueva cabeza de la casa. Hólguer repudiaba todo lo actuado por su padre y ofreció una nueva dirección política: iba a refundar el hogar.

Como primera medida decidió utilizar los ahorros de su padre, así como el tesoro del suelo, para mejorar la estructura de la casa. Decidió construir ocho baños, pues decía que estos eran “las carreteras del hogar”. Para ello contrato a sus amigos los Ching, quienes tenían los precios más altos del mercado en baños. En su defensa, Hólguer alegó que hacer negocios con los Ching, una familia rica, sería beneficioso para los Larrea.

Pero para Hólguer el dinero del suelo no era suficiente. Quería gastar más. Comercio, por otro lado, era un hermano trabajador, que tenía su propio negocio de textiles. Hólguer decidió que era hora de que Comercio aporte a la casa más de lo que ya aportaba, forzándolo a pagar un proporcional mayor de sus ingresos. Con ese dinero, Hólguer organizó fiestas, se compró dos automóviles último modelo e inició su propio programa de radio.

A Comercio las medidas le molestaban, pues las pérdidas en las que incurría por culpa de Hólguer afectaban su negocio. Comercio habló con su madre para que interceda y aconseje a su hermano mayor. Al darse cuenta, Hólguer convenció a Patria de la mala intención de su hermano Comercio, diciéndole que era un explotador, un enfermo y que su influencia en la casa no volverá. Para mantener su hegemonía en casa instaló parlantes que transmitan su programa de radio y prohibió a Comercio comunicar sus ideas al resto de su familia.

Hólguer tenía lo que quería, una mayoría que lo apoyaba en casa y una chequera con fondos sin fin para gastar. Con ella viajó por el mundo, contrato profesores para que le den clases por teléfono e invirtió en una planta de energía junto a su amigo el Coronel -planta que nunca entró en funcionamiento-. Durante esos años Patria y el niño estuvieron felices, pues disfrutaban de la opulencia que Hólguer les permitía. Y cuando la liquidez no alcanzaba, siempre estaban los Ching para prestarle dinero rápido aunque a altos intereses.

Sin embargo, un buen día, Hólguer notó que el tesoro del suelo se le agotaba. Notó que no podría costear los gastos que preveía para el año. Pese a ello, se negaba a dejar sus automóviles, su programa de radio o la fiestas con sus amigos. Lo que hizo entonces fue demandar más dinero, ya no sólo de Comercio, sino también de Patria y Kevin. Comercio, ante la demanda, se vio obligado a cerrar su industria. Hólguer también se vió en la necesidad de cortar gastos, entonces dejó de pagar el seguro familiar. Trasladó así los costos de las “vacas flacas” al resto de la familia.

Las medidas, que empezaban a molestar a todos los Larrea, se vieron agravadas por otro evento. Una mañana, el niño se enfermó, lo que causaba que llore todo el día. Los costos del tratamiento eran altísimos y no había dinero para tratarlo. La familia demandaba respuestas de Hólguer, pero éste prefería seguir disfrutando de sus fiestas y viajes y poco se preocupaba.

Un día Patria protestó con fuerza. Pero Hólguer dijo que las protestas de su madre eran insignificantes, que ella se preocupaba por cosas irrelevantes. Que, además, Patria no tenía derecho a exigirle a él nada. No era culpa suya que se haya acabado el tesoro del suelo. Tampoco podía prever que el niño se enfermaría. Que él había sido el mejor administrador, el más popular y que con él la familia por fin había prosperado. ¡Que ahora tenían baños!

Hólguer dijo, además, que él no podía hacer más mientras la familia no acceda a un plan: que todos le dé sus ahorros en dinero y, a cambio, él les daría una moneda propia que él pueda manejar de forma responsable para superar la crisis. Que éste era el único elemento que el necesitaba para solucionar todos los posibles problemas administrativos que se puedan presentar en casa.

¿Dejarán Patria, Comercio y Kevin que Hólguer les quite sus ahorros a cambio de su propia moneda? ¿Dejaría usted que le quite los suyos? Todo esto y más en nuestro próximo episodio.

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Esteban Pérez Medina
Esteban Pérez Medina

Written by Esteban Pérez Medina

Abogado en Carmigniani Pérez Abogados, LL.M. por la Universidad de Chicago y Máster en Economía de la Escuela Austriaca.

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